lunes, 12 de mayo de 2014

RAMIRO GONZÁLEZ / CUANDO LA POESÍA Y LA MÚSICA PUEDEN SABOREARSE

Por Santiago Pfleiderer, diario Alfil, martes 4/02/14
san.pflei@gmail.com
1656134_10200422506965645_1746397242_n (1)El pasado miércoles 29 de enero pudimos ver –algunos en vivo y en directo, y otros por televisión- uno de los momentos más hermosos y emocionantes del cuestionado Festival Nacional de Folklore de Cosquín: casi en el comienzo de su actuación, el santiagueño Raly Barrionuevo invitó a dos personajes bellos a interpretar una canción. Subieron al escenario Atahualpa Yupanqui los músicos José Luis Aguirre y Ramiro González. Aguirre es de Villa Dolores pero vive en el Valle de Calamuchita, y es dueño de un humor increíble y de un sinfín de canciones maravillosas y pícaras. González es riojano, pero tiene su vida en las sierras del sur del Valle de Punilla, y dese ahí pulsa las cuerdas templadas y despliega su pluma mágica de cóndor. Los tres –Raly Barrionuevo, José Luis Aguirre y Ramiro González- cantaron “La cosechera perdida”, una de las canciones más hermosas del repertorio del folklore argentino actual. Ramiro González compuso ese tema inspirado en una foto del fotógrafo mendocino Máximo Arias, fallecido en el año 2010.
Máximo Arias era un reconocido reportero gráfico que dedicó su vida a la fotografía social retratando las costumbres y las actividades de la gente humilde de los pueblos y de los campos de Cuyo. Así nació esa foto. María Elena, una trabajadora de la vendimia, fue inmortalizada por la lente de Arias. La cosechera lleva en sus hombros cajones repletos de uvas frescas que serán utilizadas para la elaboración de uno de los néctares predilectos de los argentinos: el vino, ése zumo espiritual que desde siempre nos unió y nos reunió en mesas y fogones para alimentar y darle calor a las bocas, a las conversaciones, a los deseos y a los pensamientos. La búsqueda fue incansable. Nunca más vieron a María Elena, la trabajadora que, perdida en los parrales, es el alma de nuestras cotidianeidades y musa inspiradora de una foto y de una canción maravillosa.
Ramiro González nació en la provincia de La Rioja, y es hijo del cantautor Pympe González. A finales de los años 90 ya andaba dando que hablar: era parte del Grupo Vocal Horizonte y juntos fueron revelación en el Festival de Cosquín y en el Festival de la Chaya. Luego participó como músico y arreglador del cantautor Emiliano Zerbini grabando los discos Ofrendas y Canción Pueblera. Después de la profunda crisis del año 2001, Ramiro González comenzó a desarrollar una larga y prolífica carrera solista consolidándose como uno de los autores más finos y arriesgados de la música folklórica actual.
En el año 2009, Ramiro editó su primer disco titulado Mojando la Vida, donde la calidad de sus canciones lo catapultó hacia un reconocimiento más extendido. Mojando la vida es un álbum conceptual: desde las letras propone un linaje casi épico, se define como un hijo directo de los renegados y de los luchadores de la independencia, pero de esa independencia que muchas veces cuesta el desarraigo. Ramiro tiene una escritura absolutamente refinada y rica en expresiones cultas y del uso popular, fruto de un bagaje cultural que queda expuesto sin discusión. Y desde lo musical, plantea una ruptura y una manera más jugada de enfrascar la lírica en las formas folklóricas con novedosas vueltas de rosca al sonido y a los arreglos, siempre desde lo más sutil de la simpleza.
El Ojo de la Tormenta 1 (dele retumbar) es el segundo disco de Ramiro González, editado en el año 2012. Este segundo material es una búsqueda profunda de los niveles compositivos y de las anatomías de la canción popular, vinculada a los orígenes sonoros del noroeste argentino pero también con guiños hacia otros géneros en el afán de la proyección, entendida en el folklore como la incorporación de otros patrones musicales para hacer más novedosa a la música y regenerarla de sentidos.
Desde la magia producida por el Encuentro Cultural de San Antonio de Arredondo -en donde se realiza desde hace 24 años una de las expresiones culturales más genuinas- Ramiro González recrea su arte en la cotidianeidad de su vida. Las sierras de Icho Cruz y Cuesta Blanca, la cerámica, la cerveza artesanal, el río San Antonio, los reductos culturales y los escenarios lo han unido a músicos como Raly Barrionuevo, José Luis Aguirre, Emiliano Zerbini, Inti Huaira, Sombraitoro, Marcelino Azahuate, el dúo Orozco Barrientos, Luna Monti y Juan Quinteros, entre otros chamanes del arte y de las voces populares.
En las peñas, en los festivales, en los encuentros y en las guitarreadas nacen las amistades y las historias, como la de María Elena –la cosechera perdida-, que renace en cada nuevo encuentro, en cada copa de vino.

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