lunes, 12 de mayo de 2014

Q' SULKY / LOS ESPACIOS DEL CORAZÓN

Por Santiago Pfleiderer, diario Alfil, jueves 6/02/14
san.pflei@gmail.com
DSCF7987 (1)Cada uno tiene su lugar de anclaje. Hemingway andaba por las tabernas de Cuba, Bukowsky por burdeles y bares de mala muerte del Bronx, Kerouac rodaba de ruta en ruta, Lennon en galerías de arte de Japón, Fontanarrosa en el rosarino bar El Cairo, Borges por las calles de Palermo y los sures desolados, Cortázar por las salas de box de París y los clubes de jazz, Sabina en pubs de Madrid, Manu Chao en tabernas barcelonesas y el Cabezón Sotelo en La Alameda. Otros –un poco más humanos- rondamos por el Paseo de las Artes, la Plaza de la Intendencia, el Cineclub Municipal, el Centro Cultural España Córdoba, el Paseo Sobremonte, algunos galpones del Abasto, las aulas de la Universidad, los bares de la cañada… En fin, todos somos fácilmente localizables en algunos lugares que nos identifican. Nunca faltan esos reductos con buena música, tragos frescos para el calor y tragos calientes para el frío. Nunca faltan las amistades y las buenas charlas. Son un refugio, nada más, cuando la calle quiere escupirnos de sus veredas.
Pero cuando la ciudad se convierte en un perro malo, de esos que buscan morder los tobillos, no queda otra que buscar nuevos rumbos. Hay días en los que la ciudad asfixia, cachetea, te tira de las orejas, del pelito de la nuca. La gota gorda en la frente es señal de que necesitamos un respiro, de que tenemos que ensuciarnos un poco los pies y mirar el cielo que las luces anaranjadas no nos dejan ver. Pero, por suerte, la ciudad nos ofrece una autopista cercana que es el canal irremediable a destinos de contemplación y felicidad.
Saliendo por la antigua ruta del Cura Brochero, más allá del lago y de los pequeños cerros pero antes de las Altas Cumbres, existe una mágica comarca que los mapas modernos han denominado como el sur del Valle de Punilla. Estas tierras de cerros dorados, de ríos de cobre y de cielos volcánicos nos convocan al viaje místico por los pasillos de nuestras fantasías hacia esos rincones que sólo existen en las amarrillas páginas de los libros olvidados bajo el acero de la industria y el ritmo vertiginoso de los relojes. Imaginen un lugar donde las curvas se pierden en los calurosos montes de espinillos, algarrobos, aromos y quebrachitos, donde los pinos también se erigen en el pedestre paisaje incendiado por la tarde. Los ligustros y los paraísos van dibujando la silueta del río iodado por los misterios de las sierras altas, allá donde se asoman las Altas Cumbres. Desde sus fauces se desprenden arroyos y ríos que forman la lengua de iodo que cura y se lleva todos los males del mundo. Más allá del lago, donde el valle se termina para dar comienzo al sinuoso camino de las Altas Cumbres, existe un lugar para disfrutar de las sombras y del viento que baja desde la montaña, corriendo por la larga y serpenteante cuenca del río viejo. Viejas camionetas descansando y el galope de un gaucho a caballo que va a perderse en el monte. El río duerme una siesta de piedras y mica, y guarda el secreto de antiguos pescadores y de una abandonada mina de uranio. Las pircas y los espinillos nos recuerdan que esas tierras fueron de hombres vestidos de cueros que aprendieron a volar junto a los jotes y a los cóndores.
Pero cada lugar tiene su banda de sonido, y las canciones que identifican al sur de Punilla vienen de la mano del Encuentro Cultural de San Antonio de Arredondo, un espacio creado desde las bases de diversas expresiones artísticas. El Encuentro es el Woodstock criollo. Miles de músicos, bailarines, poetas, luthiers y sedientos de arte se agolpan a orillas del arroyo de San Antonio para armar sus carpas y disfrutar de talleres diversos, charlas, reuniones y disfrutar de la música en vivo que enciende la magia con su paleta multicolor, los brebajes y la camaradería de todo el que sabe que no hace falta control ni represión externa más que la de la propia fiesta.
También existe un lugar de puertas y de corazones abiertos, un espacio donde los deseos, los amores y las amistades se reúnen en las duras mesas de quebracho para recibir las copas, brindar por la vida y derramar cantos y alegrías. Los farolitos nocturnos y el patio de los artesanos llenan de colores la caminata curiosa y descontracturada de cientos de personas que se asoman para ablandar un poco el alma. Y si se sigue un poco más al fondo, se llega al hermoso aquelarre donde brujas y brujos elaboran conjuros para el corazón: un escenario y artistas impresionantes suben a sus tablas para el ritual de la emoción y del deleite. Casi es un paso obligado para quienes bajan de las Altas Cumbres o para quienes andan yirando en las calles festivaleras de los pueblos en el verano. Es que Q’ Sulky, este espacio hermoso que se ubica en la localidad serrana de Icho Cruz, no es uno de los pocos sino el único lugar donde uno puede desplegar los sentidos y vivir momentos artísticos de gran intensidad –diría- que en casi todo el sur del Valle de Punilla. La gastronomía y la grilla de eventos sólo pueden ser comparadas, con honrosas excepciones, en Córdoba y alrededores. El viernes, por ejemplo, se realizará una nueva edición del ciclo Icho Blues con Edgardo Contizanetti e invitados; el sábado actuará Silvia Lallana presentando nuevo disco, y el sábado estará Jorge Luis Reales.
Si no sabés a dónde ir, si no sabés dónde refugiar tu alma, en Icho Cruz existe Q’ Sulky. Como dice el dúo mendocino Orozco Barrientos, “…ay, chinita, no llores, vamos pal’ Icho Cruz, donde está la alegría para hacerte reír…”

No hay comentarios:

Publicar un comentario