lunes, 12 de mayo de 2014

JOSÉ LUIS AGUIRRE / CUANDO EL PAISAJE SE TRANSFORMA EN CANCIÓN



Por Santiago Pfleiderer, diario Alfil, martes 11/02/14
san.pflei@gmail.com

Hay personajes que son coloridos como los cerros, personas que huelen al lugar de donde son, gentecitas que tienen los ojos del color de sus ríos, que huelen a tomillo y peperina, y que silban como los pájaros del amanecer. Quizá la magia de nuestras inmensas serranías consiste en ser el refugio espiritual de miles de personas con el arte que les corre por las venas. Tal es el caso de un muchacho que, crecido en el valle de Paravachasca, arrimó sus pies a la ciudad de Córdoba para darse cuenta, años más tarde, que su lugar sigue siendo bajo la sombra de los aromitos serranos. Desde las tibias arenas templa las cuerdas de una guitarra mientras su largo pelo le tapa la cara, pero no le impide que salga su voz. El muchacho José Luis Aguirre ve cómo sus retoños caminan descalzos mientras la sonrisa de los niños, el río y las cuerdas de una guitarra se transforman en canción.

José Luis Aguirre es una de las realidades musicales más bellas de la música folklórica actual. Sin dudas podía decir que su música se inscribe en una línea de ruptura de la mano de Ramiro González, Raly Barrionuevo, el Trío MJC, Sombraitoro, Inti Huayra, y otros jóvenes músicos que hacen de la música de raíz un espacio perfecto para la belleza y la reflexión.

Oriundo de Villa Dolores, José Luis Aguirre hace de su tonada chuncana el condimento perfecto para adornar sus canciones llenas de sencillez y picardía. Habiendo sido parte del grupo Los Nietos de Don Gauna, el cantor se instaló en Córdoba Capital donde en el año 2008 editó su primer disco solista titulado Pintura de Pago chico. Luego de haber desparramado sus canciones por salas, bares, peñas y escenarios festivaleros, José Luis Aguirre lanzó en el año 2012 su segundo disco titulado Gajito I’Luna, que va de la mano con su ida a vivir al valle de Calamuchita en busca de la tranquilidad. Quizá sea eso: tranquilidad, armonía, perfumes y aires frescos, murmullos y cielos profundos es lo que nos transmite Gajito I’Luna.

Un disco que tiene que ver con el amor, con el rescate comprometido de algunas voces calladas, con la celebración y la fiesta, con los eventos populares, con la tierra y con sus rituales. Desde la zamba, la chacarera, el gato, la vidala, el huayno, la tonada, la cueca, el candombe y los múltiples formatos de la canción, Gajito I’Luna recupera con brillo y hermosura las diversas tradiciones de la música popular anclando las raíces en casi toda la geografía del suelo argentino. Catorce canciones, nada más y nada menos.

José Luis Aguirre, además de ser un gran guitarrista y uno de los compositores con más vuelo de la escena musical local, es un poeta implacable, dueño de una sencillez y de una grandeza lírica que se agiganta en el empleo de lo cotidiano, de la memoria popular y de las anécdotas, en el uso del humor y de la picardía que, como el vino y el fuego, unen a las personas más allá de toda condición. Y es que la búsqueda artística de José Luis va hacia lo más simple: los patios de tierra, los árboles, los cerros, el compartir y el recordar. Una de las formas de verlo es el poema titulado “Resistencia”, un preámbulo a la canción “Peña de la Pirincha”, espacio de reencuentros en los trasnoches de las peñas coscoínas.


Imaginen un patio de tierra, damajuanas en el piso, manos desenfundando guitarras, voces contando chistes, otras voces entonando, palos golpeando los bombos, la noche que abraza como el fuego, el deseo encendido en cada trago de vino, el amor ofrecido en cada canción, los recuerdos en los ojos perdidos, dos manos que se chocan, el abrazo con olor a humo y ropa vieja, los platos de locros y las empanadas chorreando su jugo. Búsquenlo, en ésos lugares anda José Luis Aguirre con sus canciones.

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