miércoles, 12 de septiembre de 2012

Barrio Güemes / Vereditas y mitos inextinguibles




Por Santiago Pfleiderer, diario Alfil, martes 28/08/12

El invierno y la ciudad de los baches ofrecen pequeñas tentaciones, minúsculas ratoneadas para escapar de los mecánicos días de hastío. El frío actúa en positivo, genera reacciones protónicas, hay electricidad, sinergia, radiactividad. Las tardes y las noches cobran nuevas formas. Es por eso que el domingo decidí meterme, nuevamente, en el corazón de uno de los barrios más excitantes, tradicionales y complejos de la ciudad de Córdoba: Güemes, el abrojal, el barrio de Cristino Tapia y del Cabeza Colorada. El barrio Güemes siempre se caracterizó por su aire de bohemia que continúa hasta el día de hoy. Güemes. Barrio de ex conventillos, de cuchillos y malandraje. Barrio de faso, merca, de putas y travestis vendedoras de petes tacheros y policiales. Barrio de choritos y rateros, de artesanos y bohemia, de músicos callejeros y de panes rellenos. Barrio de paredones rosados, de peladas y de Cañadas.    

Córdoba siempre fue una ciudad retorcida. A finales del siglo XIX lo que hoy es barrio Observatorio, Güemes, Nueva Córdoba, San Vicente, eran las zonas más alejadas del Centro, la ciudad se acababa a las pocas cuadras y la cosa se ponía complicada. Los bordes del sur de la Cañada eran un gran estacionamiento de carros cargados de mercadería que venían de otras ciudades, y el arroyo corría por la actual calle Belgrano. En las cuadras aledañas proliferaban los burdeles, el folklore y el paso doble. De noche los malandrines robaban para irse a las putas y a tomar un vaso de vino. Muchas noches el barro y la bosta de los caballos se fundían con el olor de la sangre. Córdoba siempre fue muy tradicionalista. En esa época las leyendas populares se confundían con la tradición religiosa, el ocultismo y el esoterismo, y las pulcras mentes puritanas veían duendes y fantasmas por todos lados. Mentes viejas y supersticiosas. La cosa es que por esos años nace la leyenda de la Pelada de la Cañada. En los primeros años del siglo XX, dicen, sólo había algunos ranchos en las riberas del arroyo La Cañada, y, temprano, la gente, luego de la misa, se guardaba en sus casas. La Pelada de la Cañada llegó para generar terror por un par de décadas en toda la zona del Calicanto. Incluso la policía –a caballos y de a pares- se negaba a andar por el lugar cuando caía el sol. Las callecitas eran alumbradas por unos farolitos a gas de carburo de calcio, y este misterioso ser se les aparecía llorando a hombres desprevenidos y malandras.

Entre las actuales calles Belgrano, Laprida, Marcelo T. de Alvear y Achával Rodríguez se encuentra el mítico Paseo de las Artes que es, quizá, la feria de artesanías más reconocida de Córdoba. Artesanos de todas partes del país y de distintos lugares del mundo llegan para ganarse un puesto en la feria y exponer allí sus trabajos. Pero esa gran plaza seca de adoquines, fuentes, faroles y casas rosadas tiene una historia digna de ser contada.

El barrio Güemes –antiguamente llamado Pueblo Nuevo-era parte de los márgenes de la ciudad; la zona era un gran rancherío y sus habitantes sufrían serios problemas con las inundaciones del arroyo La Cañada, a los que se sumaba la falta de control de enfermedades como la tuberculosis que, a finales del siglo XIX, afectaba a la población. Entonces, a comienzos de la década de 1880, el intendente Luis Revol decidió construir en dos grandes manzanas ochenta y cuatro viviendas de alquiler para la clase trabajadora y para aquellos que presentaran Certificado de Pobreza. Alrededor de estas construcciones se fueron levantando más casas y los ranchos fueron desapareciendo, así Pueblo Nuevo fue creciendo y la ciudad hacia el sur también. Pero con el paso de los años, el abandono y la falta de mantenimiento, las casas comenzaron a sufrir serios desgastes, y ya en 1979 la Municipalidad decidió demoler las construcciones. Pero el arquitecto Miguel Ángel Roca hizo detener el derrumbe de las casas obreras para revalorizarlas y refuncionalizar las antiguas y pintorescas viviendas de color rosado. Fue así que en el año 1981 se construyó el Paseo de las Artes utilizando el patio de una de las dos grandes manzanas. Hoy lo que queda de sus estructuras funciona como oficinas y espacios culturales.

Güemes mantiene una gran locura y una mística vigentes. Existen personajes que deberían convertirse en leyendas urbanas. En una ciudad donde los músicos son tratados como criminales y donde la música en vivo pareciera ser un delito, hay quiénes se atreven a mostrarles el culo al Código de Faltas y a la Ordenanza de Espectáculos Públicos: Flay Belzagui es el “maestro de ceremonias” de una original y arriesgada queja abierta mediante el arte llamada Músicos en la Calle, en la que media calzada de la calle es ocupada por músicos que hacen del barrio un ritual único e inexplicable. También vagabundean entre los puestos y las veredas angostas personajes como la Nati y Chispita, dos locos fuera de serie que son la reencarnación actual de la Pelada de la Cañada; cada cual en su planeta mental recrea situaciones de asombro inusitado.

Así, arañando las horas de una semana que se va, podemos ser felices y deambular entre casas de antigüedades, bares, susurradores de poemas, vendedores de panes rellenos, músicos callejeros, artesanos y personajes de todo tipo que inundan las calles de Güemes cada fin de semana para resignificar la histórica bohemia de un barrio lleno de mitos viejos y vivientes.

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