miércoles, 12 de septiembre de 2012

El Cielo está en su Tinta




Por Santiago Pfleiderer*

El origen de la historieta se pierde en la noche de los tiempos. Desde los egipcios, y pasando por las diferentes culturas precolombinas y las de todo el planeta a lo largo de la historia, la realidad vio la necesidad de verse graficada en diferentes soportes: cuero, madera, piedras, papiros, papel y pantallas. El hecho es que más allá de los avances de la técnica y de las modas de las industrias culturales, la historieta sigue vigente porque siempre hay algo para contar; sirve para darle una vuelta de rosca a las realidades que vivimos todos los días, para entenderlas y reírnos –quizá- de nosotros mismos.

La madrugada del 8 de mayo nos dejó uno de los humoristas gráficos más sensibles de nuestro país. Carlos Loiseau, oriundo de Salta, –más conocido como Caloi- falleció en Adrogué luego de una grave enfermedad a la edad de 63 años.
Sería ingenuo no reconocer el valor artístico y social de las tiras de Caloi, siempre llenas de cotidianeidad, de visiones puntillosas sobre la realidad y unas gotas de surrealismo.

En 1966 aparecieron sus primeras impresiones en la revista Tía Vicenta, y al poco tiempo comenzaría a figurar en el diario Clarín. En 1970 presentaría Las Invasiones Inglesas, un llamativo cortometraje de dibujos animados, y en 1973 daría a luz a uno de sus personajes más originales y compañero indiscutible por el resto de su vida: Clemente. Fanático de las aceitunas verdes y gran tomador de mate, Clemente se convirtió en un ícono. La tira semanal tomó dimensiones inesperadas y sería reconocida en gran parte de Latinoamérica y en diversos países del mundo. Clemente, que originalmente era el personaje secundario de Bartolo, un chofer de tranvía, iría adquiriendo cada vez más protagonismo en las tiras hasta despojar a Bartolo por siempre; quizá Clemente adquirió universalidad por encarnar y representar las costumbres y la idiosincrasia de los habitantes de este territorio y, por supuesto, de los márgenes del Río de la Plata.

Pero Caloi, además de llevar de la mano a sus personajes en las tiras de los diarios, dio un salto ornamental para la cultura de la historieta y de la animación: en 1990, en Canal 7, dio a conocer Caloi en su Tinta, un programa televisivo que se convirtió en un espacio de culto. En el programa, y durante más de diez años, Caloi difundió y compartió en la pantalla miles de dibujos y de animaciones de productores –mayoritariamente- independientes y desconocidos, generando así la posibilidad de acercar a un público masivo un arte genuino, alternativo y de alta calidad.

En el año 2004, Caloi fue declarado “Personalidad destacada de la Cultura”, y Clemente fue nombrado “Patrimonio Cultural de la Ciudad”, por la Legislatura porteña. Y en el año 2009, Caloi se llevó el título de “Ciudadano ilustre de Buenos Aires”.

Luego de la partida de grandes artistas y “revolucionadores” –si se me permite el uso de esta palabra- de la historieta argentina como fueron el Negro Roberto Fontanarrosa (julio de 2007) y Carlos Trillo (mayo de 2011), ayer se nos fue Caloi, pero nos dejó un cielo pintado con crayones y un sol amarillo con rayitas negras. El tintero sigue estando lleno. 

* Publicado en el diario Alfil, 9/05/12.

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