miércoles, 12 de septiembre de 2012

Noche de San Juan / Los fuegos ancestrales de Güemes




Por Santiago Pfleiderer, diario Alfil, martes 29/06/12

Dicen las brujas y los chamanes que todas las cosas de la naturaleza cumplen un ciclo, y que muchos de estos ciclos se renuevan mediante la purificación.

La historia del fuego se pierde en la noche de los tiempos. Desde los palos encendidos para alumbrar la profundidad de las frías cavernas, pasando por la masacre de la “Santa Inquisición” hasta esos fogones que nos unen en guitarreadas y charlas indelebles.

Desde hace veinticinco años, el barrio Güemes desarrolla uno de los rituales más hermosos del mundo: la Noche de San Juan y sus fuegos eternos donde miles de tradiciones se funden en la magia de un rito colectivo sin diferencias de ningún tipo. Güemes. Barrio de ex conventillos, de cuchillos y malandraje. Barrio de faso, de merca, de putas y travestis vendedoras de petes tacheros y policiales. Barrio de choritos y rateros, de artesanos y bohemia, de músicos callejeros y de panes rellenos. Barrio de paredones rosados, de peladas y de Cañadas. Barrio de bares y de casonas fantasmales. Casas de antigüedades, susurradores de poemas, vendedores de panes rellenos, músicos callejeros, artesanos y personajes de todo tipo inundan las calles de Güemes cada fin de semana para resignificar la histórica bohemia de un barrio lleno de mitos viejos y vivientes. Y cada 24 de junio se celebra en la encrucijada de la calle Fructuoso Rivera y el pasaje Escuti la Noche de San Juan, una misa pagana para despojarse y quemar todo lo malo del pasado para dar inicio a una nueva etapa. Purificación. Quemar las huellas de la mente, las manchas de los sentimientos, los libros viejos del pasado, ofrendar deseos a la multiplicidad de dioses que brotan entre las chispas. Inti Raymi, el comienzo del año nuevo del Hemisferio Sur, la llegada del Solsticio de Invierno.

Cientos de caras felices, cajitas de vino, porros, bailes, besos, empujones y abrazos. El frío polar de la madrugada parte los huesos, pero los brebajes mágicos hacen bien su trabajo: calentar los cuerpos. Las brujas y los chamanes hacen las ofrendas al fuego. Muñecos, tótems, y miles de cartas van a parar a las llamas inundando el barrio de chipas anaranjadas y de olor a vida nueva. Todo muere, todo nace, todo se mezcla. El teatro, la música, el amor, las amistades y las risas. La comunidad está en trance.

En esa esquina de Güemes el tiempo no pasa desde hace más de cinco mil años. Una misa dionisíaca y pagana mezclada con las creencias católicas importadas del Viejo Continente. El frío invita a compartir: charlas, calor, pieles, arte y el deseo puro de la renovación.

Quemar de por vida: las guerras, el odio, el rencor, el desgano, el desengaño, los amores perros, el desamor, el egoísmo, la avaricia, la muerte, el hambre y la pobreza, la ignorancia, la corrupción, el valor de lo económico por sobre las relaciones humanas, la complicidad y el silencio.

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