Por Santiago Pfleiderer, diario Alfil, martes 17/07/12.
Cuando la ciudad se convierte en un perro malo, de esos que buscan morder los tobillos, no queda otra que buscar nuevos rumbos. Hay días en los que la ciudad asfixia, cachetea, te tira de las orejas, del pelito de la nuca. La gota gorda en la frente es señal de que necesitamos un respiro, de que tenemos que ensuciarnos un poco los pies y mirar el cielo que las luces anaranjadas no nos dejan ver. Pero, por suerte, la ciudad nos ofrece una autopista cercana que es el canal irremediable a destinos de contemplación y felicidad.
Saliendo por la antigua ruta del Cura Brochero, más allá de los pequeños cerros pero antes de las Altas Cumbres, existe una mágica comarca que los mapas modernos han denominado como el sur del Valle de Punilla. Estas tierras de cerros dorados, de ríos de cobre y de cielos volcánicos nos convocan al viaje místico por los pasillos de nuestras fantasías hacia esos rincones que sólo existen en las amarrillas páginas de los libros olvidados bajo el acero de la industria y el ritmo vertiginoso de los relojes. Imaginen caminar abrigados –guantes y bufandas de lana- por senderos de tierra bajo la sombra milenaria de los Talas, los Molles y los Algarrobos. Pequeñas casas perfumando el aire con sus chimeneas y el olor de la leña quemada. Viejas camionetas descansando y el galope de un gaucho a caballo que va a perderse en el monte. El río duerme una siesta de piedras y mica, y guarda el secreto de antiguos pescadores y de una abandonada mina de uranio. Las pircas y los espinillos nos recuerdan que esas tierras fueron de hombres vestidos de cueros que aprendieron a volar junto a los jotes y a los cóndores.
Pero cada lugar tiene su banda de sonido, y las canciones que identifican al sur de Punilla vienen de la mano de un grupo más serrano que la peperina: Sombraitoro, reggae chuncano y chichaco funk.
Sombraitoro es de esas bandas que nos demuestran que hasta las etiquetas más prefijadas, más establecidas y más usadas resultan pequeñas y hasta inútiles. Reggae Chuncano es la denominación del género que esta banda realiza, según sus protagonistas. Chuncano, en éste caso, denota un sonido acústico, olor a madera, a tierra vieja, piedras y espinillos.
Magú Appella en guitarra criolla y voz, Gonzalo Román en guitarra eléctrica, Nacho Appella en bajo eléctrico y acústico, Ramiro ‘Rama’ Zárate en violonchelo y coros, y Diego Sánchez en percusión y coros son quienes integran esta legión musical serrana llamada Sombraitoro. El nombre de la banda proviene de una planta que se localiza en las sierras de Córdoba que se llama Sombraitoro o Peje, y es utilizada desde tiempos inmemoriales para curar los dolorosos síntomas de la resaca.
Desde San Antonio de Arredondo, Mayú Sumaj, Icho Cruz y Cuesta Blanca, toda la mística ancestral de las sierras cordobesas se complementa con un sonido arraigado a la tierra. Reggae ‘roots’, funky y aires de música folklórica se nutren de una poesía genuina y vernácula con alto contenido social y todo el sabor del aire de las alturas y la frescura del río.
Sombraitoro es un grupo que revisa en sus canciones una historia de injusticias olvidadas, un presente disconforme y un futuro de hermandades. También es el fresco arrullo del río, es un paisaje de eterno verdor, es el vuelo majestuoso del cóndor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario