Santiago Pfleiderer, diario Alfil, martes 16/07/13
san.pflei@gmail.com
Cuando la rutina de las diferentes actividades que realizamos y la vida cotidiana se conjugan para surtir el efecto de saturarnos, una de las mejores alternativas que nos queda es viajar y desligarnos, aunque sea por unos días, de la carga rutilante de la maquinaria de la rutina.
Así, sin más, y con el ferviente deseo de conocer y de visitar viejas amistades, este cronista se dispuso a viajar a una de las provincias más bellas y con más historia del territorio argentino. Y hablemos, más precisamente, del NOA (noroeste argentino), lugar de valles y quebradas, de cóndores y bagualas, de vinos y de yungas, de empanadas y de zambas. Fue así que, acompañado, aterrizamos en el Aeropuerto Miguel Martín de Güemes de la ciudad de Salta luego de una hora y veinte contemplando el cielo desde las mismísimas alturas.
La ciudad nos recibió con la dulzura en el aire y con infinitas tonalidades de rojos y de ocres teñidos en los cerros, fruto de un atardecer que decidió volcar en ellos sus acuarelas.
Pero bueno, no resulta tan sencillo hablar de una ciudad como Salta, rodeada de lugares tan bonitos y con una historia tan marcada. La ciudad está ubicada al norte del valle de Lerma, a mil quinientos metros de altura, abrazada por cerros y yungas. Resulta impactante recorrer las calles de una ciudad que mantiene tan encendida y viva una memoria histórica colectiva vinculada a algunas de las gestas de la independencia más fuertes de la Argentina. Los taxis, por ejemplo, son de color rojo oscuro y los atraviesa una cinta negra, simulando los ponchos rojos que identificaron a las huestes del General Güemes, “los infernales de Güemes”, que fueron los gauchos y nativos que libraron algunas de las más importantes batallas por la independencia en el noroeste argentino. El Ejército del Norte comandado por Güemes, y luego por Belgrano, fue crucial para impedir el avance de las tropas españolas. Actualmente, los restos del General Güemes descansan en la Catedral de Salta, frente a la hermosa plaza 9 de Julio, donde también se halla el Cabildo y el MAAM (Museo Antropológico de Alta Montaña). Es muy loco ver cómo la estructura política colonial ha determinado la fisonomía de las grandes ciudades argentinas y de muchas latinoamericanas. La plaza central, la Catedral y el Cabildo van marcando la línea de edificación y de distribución del funcionamiento de las ciudades; así, tanto Córdoba como Salta y Buenos Aires, tienen casi la misma forma microcéntrica. La ciudad de Salta mantiene construcciones antiquísimas y perfectamente conservadas e iluminadas de noche, manteniendo –quizá- el respeto que se merece esa memoria histórica colectiva de la que hablaba antes.
Y más allá del hallazgo y del placer del vinito, las humitas, los tamales y las empanadas, Salta está rodeada de poblaciones no menos hermosas como Cerrillos, Chicoana, Vaqueros y San Lorenzo, donde se encuentra una reserva natural y una quebrada para excursionar. Y es en Vaqueros donde tuve el gusto de conocer a un grupo de música que me conmovió hasta la médula. Estoy hablando de Barrabino Quinteto. Ésta es una banda conformada hace aproximadamente cuatro años, pero que en su música y en sus letras deja ver la luz de la experiencia.
El Quinteto es una banda que logra un sonido muy agradable fusionando elementos del folklore y de la música popular argentina con una clara impronta rockera arrastrada desde los años 70, es que Carlos Barrabino (voz y guitarra) presume haber sido plomo de Vox Dei en la localidad de Quilmes. ¿Quién le saca eso del currículum?
Barrabino Quinteto grabó un primer disco editado de manera independiente en el año 2010 tituladoUn Ir. En aquella ocasión la banda estaba conformada por Carlos Barrabino (guitarra y voz), Pablo Wolmy (bajo) Guido Bertini y Cristian Bauquén (baterías) y Ana Poggioli (percusión). En el año 2012 el grupo grabó su segundo material discográfico titulado Gente en Pueblitos, también de manera independiente, y con algunas idas y venidas la banda terminó conformada por Barrabino (guitarra y voz), Luís Román (bajo), Laura Cáceres (percusión), Federico Camardelli (vientos) y Pablo Chireno (batería).
Al verlos en vivo o al escuchar los discos, uno puede vivenciar los aromas y colores del norte a miles de kilómetros de distancia. Barrabino Quintento es una de esas bandas que logran conmover hasta al más rudo, es que resulta imposible no sentir el arraigo si palpamos la idiosincrasia del norte desde el espíritu del Cuchi Leguizamón o del Dúo Salteño bailando sobre las brazas con el Flaco Spinetta, esa hermosa cuestión dada por la fusión del folklore más rockero junto al rock más de raíz.
Ojalá que quienes vayan a visitar Salta puedan paladear sus atardeceres, sus vinos, sus empanadas y su música dibujada en las peñas. Ojalá que en otras provincias haya más bandas como Barrabino Quinteto dispuestas a pintarle la cara al foráneo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario