Por Santiago Pfleiderer, diario Alfil, martes 02/07/13
san.pflei@gmail.com
Cuando el día cae y la noche se despereza, las estrellas comienzan a brillar como lágrimas congeladas en el cielo, manto azul de recuerdos y melancolía, de vasos rotos y labios rojos que no están, derramando una guitarra y una armónica por los adoquines o el cemento. Eso es el Blues
El invierno y la ciudad de los baches ofrecen pequeñas tentaciones, minúsculas ratoneadas para escapar de los mecánicos días de hastío. El frío actúa en positivo, genera reacciones protónicas, hay electricidad, sinergia, radiactividad. Las tardes y las noches cobran nuevas formas. Es por eso que los domingos son ideales para meterse en el corazón de uno de los barrios más excitantes, tradicionales y complejos de la ciudad de Córdoba: Güemes, el abrojal, el barrio de Cristino Tapia y del Cabeza Colorada. El barrio Güemes siempre se caracterizó por su aire de bohemia que continúa hasta el día de hoy. Güemes. Barrio de ex conventillos, de cuchillos y malandraje. Barrio de faso, merca, de putas y travestis vendedoras de petes tacheros y policiales. Barrio de choritos y rateros, de artesanos y bohemia, de músicos callejeros y de panes rellenos. Barrio de paredones rosados, de peladas y de Cañadas.
Entre las actuales calles Belgrano, Laprida, Marcelo T. de Alvear y Achával Rodríguez se encuentra el mítico Paseo de las Artes que es, quizá, la feria de artesanías más reconocida de Córdoba. Artesanos de todas partes del país y de distintos lugares del mundo llegan para ganarse un puesto en la feria y exponer allí sus trabajos. Pero frente a esa gran plaza seca de adoquines, fuentes, faroles y casas rosadas se encuentra un bar que desde hace algunos años es testigo de todo el arte y de la bohemia de Güemes: Los 7 Locos Restobar. Los últimos domingos y los segundos miércoles de cada mes el bar se convierte en una vieja taberna, en un templo donde la magia se hace real en el gran ritual del blues.
La vieja taberna está anclada a orillas del oscuro arroyo La Cañada, al costado de las vías muertas del tranvía. Desde su esquina pueden verse las luces de la ciudad escarchada titilando como luciérnagas, como chispas huyendo de la leña encendida. El viejo bar abre sus puertas de madera y hierro forjado desafiando al frío. Desde adentro brotan suaves notas y la inconfundible voz de una negra y los dedos macizos estirando las cuerdas de una guitarra. En la barra se ven tintinear los vasos de cerveza y las copas de vino. El ruido de los vasos dándole duro a la madera de las gastadas mesas. Por las orillas de la Cañada vienen autos echando vapor por la boca. Camperas y bufandas poco a poco se van desprendiendo de sus dueños. De repente, el escenario se convierte en altar: el sacerdote y los monaguillos empiezan con el sagrado ritual del Blues.
El Blues, como género musical, nace de la convergencia de creencias religiosas y ritmos afro americanos al sur de los Estados Unidos. Los esclavos negros que dejaban sus vidas en los campos de algodón o en las minas de carbón comenzaron a relacionarse, más allá del ardoroso trabajo, de manera artística. Fusionaron los ritmos heredados del África con el folk norteamericano y los adornaron con letras de dolor y melancolía, fruto de saberse mano de obra descartable de los políticos y terratenientes yanquis. El Blues es eso, melancolía, un dolor amargo que se transforma en dulzura al ser cantado, al ser ejecutado.
El chamán de la noche sube al escenario-altar. Cuelga de sus hombros una reluciente guitarra eléctrica, una Gibson Les Paul. Los ojos están escondidos en la penumbra del bar, sólo los finos bigotes se mueven sobre los labios apretados sosteniendo la púa mientras los dedos manipulan las clavijas afinando las cuerdas. Las válvulas del amplificador se prenden. El baterista marca hasta cuatro y el ritual comienza.
Los 7 Locos Restobar se convierte en un templo de veneración a los dioses mediante el convite de brebajes y la magia de las voces conjugadas con la música.
María Fernanda Altamirano (Come To Mama, voz), Alberto Pol Castillo (Pol Castillo, guitarra y voz), Sebastián Cebreiro (Pol Castillo, armónicas), Pablo Storani (La Arcaica, bajo) y Mario Fabián (Howlin’ Dog, batería y voz) nos ofrecen una jam de Blues donde todos son invitados a participar cantando o tocando. Últimos domingos y segundos miércoles de cada mes.
El frío es la excusa perfecta para meterse en Los 7 Locos Restobar a escuchar a una de las formaciones blueseras más hermosas y alimentar el alma con buena música y todo lo que tiene para ofrecer un bar. Animate a ser parte del ritual del Blues.
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