lunes, 23 de septiembre de 2013

LISANDRO ARISTIMUÑO EN CÓRDOBA / LAS CANCIONES QUE NOS TRAJO EL VIENTO


Por Santiago Pfleiderer, diario Alfil, martes 27/08/13
san.pflei@gmail.com

Hace muchos años leí, en una antología del cuento cubano editada por Página/12 en los tempranos años 90, un cuento del escritor Guillermo Prieto titulado “El niño de agua”. Eso fue en lo que pensé instantáneamente después de escuchar por primera vez a Lisandro Aristimuño, en un niño de agua, o de viento –mejor dicho-. Es que resulta casi imposible no asociar, de buenas a primeras, la voz de Lisandro y su búsqueda musical minimalista con la fragilidad, con una fragilidad tan de entrecasa que nos podría remitir con exactitud a una vieja copa de cristal de la abuela, o al paisaje extenso detrás de una ventana, un paisaje de viento sin final, de frío, una postal viva de Groenlandia, de Finlandia o de la propia Patagonia Argentina de donde es oriundo este chico de agua o de viento.

No lo conocíamos bien. Había venido hacía un par de años a dar un concierto íntimo al Centro Cultural España Córdoba. Luego, en el 2009 la curiosidad mató al gato: fuimos a una charla de Aristimuño y José Playo en el Cineclub Municipal. Leandro Moscardó y Julieta Colazo, de Milesdecolores Producciones, habían traído al músico patagónico a brindar una charla con sus fans en la previa a un show que daría en Casa Babylon. Cuando llegamos al recital nos vimos sorprendidos por la multitud de gente que hacía cola para ingresar. Al empezar el show las chicas comenzaron a gritar como en esos viejos recitales de The Beatles en las lejanas canchas de fútbol americano de mediados de los ‘60, algo así. Automáticamente el público se calmó y muchos nos “quedamos de cara” –hipnotizados, quizá- por la maravillosa performance de Aristimuño y su banda, por la calidez humana, por su timidez. El show duró tres horas y estuvo plagado de climas y de variedades rítmicas, siempre con unas gotas de angostura psicodélicas muy finas hasta llegar a cuelgues increíbles; si Syd Barret hubiera estado vivo, se subía al escenario a darle un abrazo al niño de viento.

Lisandro Aristimuño es originario de Viedma. Por amor se mudó a la Capital y allí, desde hace casi diez años, viene desarrollando una carrera artística limpia y brillante como estalactita. Con una banda compuesta por cellos, violín, guitarras, bajo, percusión, batería y máquinas electrónicas, Lisandro es autor de cinco discos bellísimos donde se mezclan el extrañamiento y esa tristeza estática del sur eterno, y las distorsiones provocadas por los edificios, el ruido de los autos y las noches que nunca acaban. Sus álbumes cuentan con la participación de artistas como Mariana Baraj, Kevin Johansen, Liliana Herrero, Fito Páez, Palo Pandolfo y otros. En un artículo publicado por la revista Rolling Stone (nº 128), Fito Páez se refiere a Aristimuño como el “niño diamante”, esto quiere decir algo: abandonemos esa idea primaria de la fragilidad y la convirtamos en dureza, en resistencia y brillo puro.

El pasado sábado 24 de agosto, Lisandro Aristimuño se presentó con su banda en el Espacio Quality agotando las entradas (casi dos mil espectadores). El recital comenzó apenas pasadas las 22. Y, como es costumbre, brindó un show intenso de tres horas en el cual repasó, con total magia y frescura, canciones de todos sus discos incluyendo las de su último álbum titulado Mundo Anfibio. Canciones como “Me hice cargo de tu luz”, “Azúcar del Estero” y “How long” se fusionaron entre los aplausos de la gente con una excelente versión de “Par mil”, de Divididos, y las apariciones sorpresivas en el escenario de Liliana Herrero y Raly Barrionuevo. No faltaron los emotivos homenajes a Gustavo Cerati y a Luís Alberto Spinetta.

El músico de agua y de viento, además de tener una carrera musical sólida como la meseta patagónica, también es productor y maneja el sello Viento Azul Discos del cual salieron los últimos trabajos de Mariana Baraj, de Liliana Herrero, y el de su hermano Tomás Aristimuño.

En una noche de cielo cristalizado y de frío polar, las canciones de Lisandro Aristimuño quedaron flotando sobre la ciudad en las sonrisas y en el placer de todos los que pudimos asistir a un espectacular y lujoso show. El agua y el viento se hicieron presentes con toda su pureza y con todo el brillo de un auténtico diamante.

Foto: Pablo Javier Valencia.

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