CUANDO LA POESÍA REGULA EL RITMO CÓSMICO
Por Santiago Pfleiderer, diario Alfil, martes 05-05-15
Periódico La Unión Regional (Sierras Chicas), marzo de 2015san.pflei@gmail.com
La cita era en Río Ceballos, pocos tiempo después de las terribles inundaciones. Llego. La gente resulta amable. Los mates se funden en charlas amigables para mitigar la espera. Ezequiel Planté –músico, flautista, guitarrista, cantante y escritor de las Sierras Chicas- presentaba su nuevo libro titulado Infinitudes, un poemario hermoso e inquietante que no hace más que plantearse búsquedas universales, inherentes a cada partícula de los seres. Nada más y nada menos. “Intento vivir desde la intensidad cósmica. ¿Será por eso el escribir?”, dice el autor. La poesía nos deja, otra vez, perplejos.
La sala donde se realizará el evento –La Beba Teatro- es chiquita pero muy confortable. De a poco las gradas y las sillas se ocupan por completo y los trabajadores de la sala deben poner más sillas. La charla se disipa, las luces se enfocan y comienza el ritual.
Las voces femeninas, en ese contexto, suenan como el cantar de diosas más allá del bosque, como un encanto, como un aroma que nos atrae a pesar del follaje y de la luz colada por entre las hojas de árboles que respiran en medio de la espesura.
Ezequiel se presenta contento pero no deja esconder su nerviosismo, a pesar de que el público ya es algo normal para él. Un libro es el nacimiento de un nuevo. Desde la presentación ya se le está marcando el designio.
Las lecturas de la obra se mezclan con flautas traversas, títeres, las hermosas canciones del Dúo Cadencia, el vino y el copetín. Ezequiel, además de ser un poeta desgarrador de la belleza natural, es un músico talentosísimo: tremendo percusionista y flautista. Él mismo musicaliza, teatraliza y le da vida al éter de sus palabras.
Infinitudes, el nuevo libro de Ezequiel Planté, está editado –otro guiño mágico del destino- nada más y nada menos que por Narvaja Editor. Gonzalo Vaca Narvaja es sinónimo de calidad literaria y de compromiso, tal como lo es la obra de Planté.
El libro está compuesto por un prólogo de Juan Matías de la Cámara Beovide y tiene ilustraciones de Matías Balverdi. Infinitudes consta de tres partes: Nervadura Cero, Nervadura Cuatro y Nervadura Fincomienzo. En toda la obra se nos presenta la vida, la muerte, el cosmos, la noche, la tierra, la energía, en fin, la poesía. Las Infinitudes son chispas desparramadas en lo más cotidiano del universo, ínfimos y eternos átomos de luz que se mueven creando el universo real y el poético. Así, el poema se convierte en un tejido, en fractales que se multiplican dando y generando sentido y vida a cada parte de nuestra historia, de nuestros paisajes, de nuestro quehacer doméstico.
Pero no todo es tan metafísico en la obra de Ezequiel Planté. Hay coherencia, hay lucha, hay un hilo conductor entre sus palabras tejidas al vacío y lo que uno puede ver en la representación activa de Ezequiel en su mundo. La poesía es una mujer valiente, aventurera y comprometida, militante y aguerrida, curiosa y preguntona que no se cansa ni de día ni de noche, un ritual convidado de la palabra con lenguas, labios y dientes dispuestos a dar la vida entre sorbos de café, cigarrillos o el trago tinto embriagador de las penas. Una guerra de guerrillas, de ideas convincentes y vacilantes, un manto nocturno de bellezas sólo comparables al olor del sexo, esa pradera perdida que espera ser explorada. La poesía es eso: un diálogo constante entre las luchas ideológicas por la belleza que nos contorsionan el espíritu y la mente. La poesía no es una chalina tejida por los dioses, tampoco es un organismo vivo dispuesto a ser analizado para comprender el pasado y el futuro de las categorías problemáticas de la literatura. La poesía es un arma, una herramienta de lucha, un cargamento de buenas intenciones con el cual tirar fogonazos que pueden verse reflejados en muchas y distintas realidades. Un espejo invertido, una flecha de tinta, un tatuaje, es algo de lo que no se vuelve.
Infinitudes viene, además, con un CD donde la poesía se transforma en voces y en música. Participan en él el mismo Ezequiel en flautas junto a Facundo Bonel, Patrizia Quaglia en el cuatro, Lilah Ríos, Julieta Barrantes y Eze Planté en recitados, más el sonido ambiente de las sierras. El disco fue concebido en Agua de Oro y el libro en Río Ceballos.
La poesía no descansa.
La sala donde se realizará el evento –La Beba Teatro- es chiquita pero muy confortable. De a poco las gradas y las sillas se ocupan por completo y los trabajadores de la sala deben poner más sillas. La charla se disipa, las luces se enfocan y comienza el ritual.
Las voces femeninas, en ese contexto, suenan como el cantar de diosas más allá del bosque, como un encanto, como un aroma que nos atrae a pesar del follaje y de la luz colada por entre las hojas de árboles que respiran en medio de la espesura.
Ezequiel se presenta contento pero no deja esconder su nerviosismo, a pesar de que el público ya es algo normal para él. Un libro es el nacimiento de un nuevo. Desde la presentación ya se le está marcando el designio.
Las lecturas de la obra se mezclan con flautas traversas, títeres, las hermosas canciones del Dúo Cadencia, el vino y el copetín. Ezequiel, además de ser un poeta desgarrador de la belleza natural, es un músico talentosísimo: tremendo percusionista y flautista. Él mismo musicaliza, teatraliza y le da vida al éter de sus palabras.
Infinitudes, el nuevo libro de Ezequiel Planté, está editado –otro guiño mágico del destino- nada más y nada menos que por Narvaja Editor. Gonzalo Vaca Narvaja es sinónimo de calidad literaria y de compromiso, tal como lo es la obra de Planté.
El libro está compuesto por un prólogo de Juan Matías de la Cámara Beovide y tiene ilustraciones de Matías Balverdi. Infinitudes consta de tres partes: Nervadura Cero, Nervadura Cuatro y Nervadura Fincomienzo. En toda la obra se nos presenta la vida, la muerte, el cosmos, la noche, la tierra, la energía, en fin, la poesía. Las Infinitudes son chispas desparramadas en lo más cotidiano del universo, ínfimos y eternos átomos de luz que se mueven creando el universo real y el poético. Así, el poema se convierte en un tejido, en fractales que se multiplican dando y generando sentido y vida a cada parte de nuestra historia, de nuestros paisajes, de nuestro quehacer doméstico.
Pero no todo es tan metafísico en la obra de Ezequiel Planté. Hay coherencia, hay lucha, hay un hilo conductor entre sus palabras tejidas al vacío y lo que uno puede ver en la representación activa de Ezequiel en su mundo. La poesía es una mujer valiente, aventurera y comprometida, militante y aguerrida, curiosa y preguntona que no se cansa ni de día ni de noche, un ritual convidado de la palabra con lenguas, labios y dientes dispuestos a dar la vida entre sorbos de café, cigarrillos o el trago tinto embriagador de las penas. Una guerra de guerrillas, de ideas convincentes y vacilantes, un manto nocturno de bellezas sólo comparables al olor del sexo, esa pradera perdida que espera ser explorada. La poesía es eso: un diálogo constante entre las luchas ideológicas por la belleza que nos contorsionan el espíritu y la mente. La poesía no es una chalina tejida por los dioses, tampoco es un organismo vivo dispuesto a ser analizado para comprender el pasado y el futuro de las categorías problemáticas de la literatura. La poesía es un arma, una herramienta de lucha, un cargamento de buenas intenciones con el cual tirar fogonazos que pueden verse reflejados en muchas y distintas realidades. Un espejo invertido, una flecha de tinta, un tatuaje, es algo de lo que no se vuelve.
Infinitudes viene, además, con un CD donde la poesía se transforma en voces y en música. Participan en él el mismo Ezequiel en flautas junto a Facundo Bonel, Patrizia Quaglia en el cuatro, Lilah Ríos, Julieta Barrantes y Eze Planté en recitados, más el sonido ambiente de las sierras. El disco fue concebido en Agua de Oro y el libro en Río Ceballos.
La poesía no descansa.
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